"Saber sobre el pasado biológico o geológico de la Tierra es más difícil cuanto más al pasado quisiéramos ir. De ahí las dificultades de saber sobre las glaciaciones remotas y las dificultades que tienen las teorías que las proponen en ser aceptadas o confirmadas, sobre todo si esas glaciaciones son globales y supuestamente cubrieron todo el planeta con una capa de hielo.
Según una de estas teorías hace entre 2400 y 2300 millones de años sucedió precisamente esto y la Tierra se transformo en una inmensa bola de nieve. Según un estudio reciente un bajón de 250 millones de años de duración en la actividad volcánica fue la causa que lo produjo y precisamente este hecho hizo que la atmósfera terrestre se hiciera más rica en oxígeno". http://neofronteras.com/
Como un modelo de aproximación acompaño la imagen de Satélites con contenido de agua, que pudieran despertarse para licuarla, tal como se puede observar en Encelado.
Encelado, satélite helado de Saturno, con erupción de agua licuada.
Tetis también satélite de Saturno, también helado, pero sin erupción
Dione esta compuesto principalmente de agua congelada. Sin embargo, dado que Dione es la luna más densa de Saturno (aparte de Titán, cuya densidad es mayor por compresión gravitacional), seguramente debe tener materiales más densos en su interior, como por ejemplo rocas de silicio.
Aunque un poco más pequeña, Dione (abajo) es una luna muy similar a Rhea.
Tiene dos troyanos orbitando a su alrededor.
Rhea, arriba,Tiene anillos como Saturno.
Abajo JAPETO, otro de los satélites helados de Saturno
La baja densidad de Jápeto indica que su principal componente es el hielo, acompañado de una pequeña cantidad de materiales rocosos.
Hiperión, cavernoso y escamado satélite de Saturno, con abundante agua, dióxido de carbono helado y metano.
También helada la luna Europa (arriba) de Júpiter, Abajo Ganímedes está compuesto de silicatos y hielo, con una corteza de hielo que flota encima de un fangoso manto que puede contener una capa de agua líquida. El Telescopio Espacial Hubble ha encontrado evidencias de oxígeno en una tenue atmósfera en Ganímedes, muy similar al encontrado en Europa. El oxígeno se produce cuando la radiación que baña el hielo superficial de Ganímedes lo descompone en hidrógeno y oxígeno por y el primero se pierde en el espacio por su baja masa atómica.
Abajo Calisto con bombardeada superficie queda por encima de una capa helada de unos 200 kilómetros de grosor. Se especula que debajo de la corteza existe un océano salado de más de 10 kilómetros de profundidad.
Abajo Tritón, luna de Neptuno, Tras el paso del Voyager 2 por sus cercanías unas enigmáticas imágenes revelaron lo que parecían ser géiseres de nitrógeno líquido emanados desde su superficie helada. Este descubrimiento cambió el concepto clásico de vulcanismo ya que, hasta entonces, se suponía que los cuerpos gélidos no deberían estar geológicamente activos. Tritón demostró que para que haya actividad geológica basta un medio fluido sea roca fundida, nitrógeno o agua.
La superficie está compuesta principalmente por hielo de nitrógeno, pero también hielo seco (dióxido de carbono helado), hielo de agua y hielo de monóxido de carbono y metano. Se piensa que podrían existir hielos ricos en amoníaco en la superficie, pero no fueron detectados.
Miranda, luna de Urano,la superficie de Miranda está formada en su mayoría de hielos de agua, siendo el interior posiblemente formado por rocas silicatadas y compuestos ricos en metano.
Abajo, Ariel, La composición es similar a los otros grandes satélites de Urano: 50% hielo de agua, 30% de silicatos y 20% de metano congelado.
Umbriel está compuesto mayoritariamente por hielo de agua con partes de roca de carbono y metano congelado. La mayor parte de este metano se encuentra en la superficie. No parece que haya tenido actividad geológica desde hace mucho tiempo.
Titania, su densidad media es de 1,72 g/cm³ indicando una composición química de hielos con algunas componentes de rocas y silicatos.
Oberon, con la misma composición del resto de los satélites de Urano, Agua, roca de silicatos y metano.
Todos los satélites de Urano, presentan componentes compatibles con la vida tal como la conocemos, así volviendo al inicio, sólo será necesaria su licuación.
Los cometas son el eslabón volante de la vida, básicamente por su componente acuoso, porque la molécula de agua es en si misma una célula, que con la adición de otros componentes gana complejidad hasta llegar a la célula orgánica tal como la conocemos.
Todo el cosmos está "inundado" de agua que conforma una red biológica.
Por tanto, donde hay agua hay vida, alcanzar a comprender las características de la misma es el desafío.
Ciertamente el enigma es determinar es si esa vida va acompañada de inteligencia, en lo personal así lo creo.
El clatrato es un tipo especial de hidrato donde la molécula de agua forma una estructura capaz de contener un gas. Las celdas de agua congelada pueden contener moléculas de gas, enlazadas mediante puentes de hidrógeno. Numerosos gases de bajo peso molecular (O2, N2, CO2, CH4, H2S, Argón, Criptón, Xenón...) forman clatratos en ciertas condiciones de presión y temperatura.
Los hidratos de metano, con apariencia de hielo sucio y oscuro, pertenecen a una familia de compuestos moleculares denominados clatratos, en las cuales uno de sus componentes forma con sus moléculas y bajo ciertas condiciones de presión y temperatura una estructura reticular que “atrapa” o “secuestra” en su interior moléculas de otro componente, sin que se manifieste reacción química alguna que cambie la estructura molecular básica de ambos componentes.
El clatrato de metano lo conforma un retículo cristalino de moléculas de agua –hielo- que contiene en sus poros moléculas comprimidas de gas metano o “gas natural”. Cuando el hielo se funde, el gas natural atrapado se libera. Se calcula que en promedio un litro de clatrato de metano sólido libera 168 litros de gas natural en condiciones estándar de presión y temperatura.
Bajo la tierra, inmensos océanos petrificados
El agua está atrapada en la estructura química de extrañas rocas La cantidad sería unas 10 veces la de los océanos de la superficie
Estas aguas tendrían un papel clave en la máquina biológica que es el planeta
A continuación transcribo artículo publicado por el diario Clarín el 6 de Junio de 1997
DANIEL E. ARIA
En la escuela primaria, los chicos descubren con bastante fascinación el ciclo del agua: se evapora de mares y lagos para formar nubes, cae como lluvia, fluye hacia el mar en arroyos, ríos y napas subterráneas, para volver al punto de partida. Pues bien, parece que en realidad este ciclo cerrado hasta ahora conocido es sólo una parte en un proceso infinitamente mayor y poderoso: se sospecha que entre los 400 y los 700 kilómetros de profundidad, en el denominado manto terrestre, hay agua. Y mucha. Como para llenar diez veces los océanos actuales.Esa agua no forma mares subterráneos. Se encuentra atrapada dentro de la estructura química de rocas extrañas, como la wadsleyita, piedras que sólo se forman bajo condiciones brutales de temperatura y de presión.Los geólogos y planetólogos empiezan a intuir que el agua de abajo mantiene un ciclo equilibrado con la que vemos en la superficie. Por ejemplo, sale a la luz gracias a ciertas formas de actividad volcánica, como la que dio origen a los archipiélagos de las islas Hawaii.Con el paso del tiempo, el agua -encapsulada químicamente en rocas duras- retorna lentamente a las profundidades, hundiéndose junto a alguna placa tectónica en movimiento. La Tierra es un planeta bien organizado. Del amasijo de rocas al rojo vivo que era el planeta hace varios miles de millones de años, se fueron diferenciando distintas capas de rocas por la acción de la gravedad. Algo parecido a lo que ocurre con un chorro de tinta que se echa en un vaso de agua: con el paso de los días, la tinta -que es más pesada- comienza a acumularse en el fondo. Así, el núcleo terrestre terminó acumulando los materiales más pesados. Es una masa de hierro y níquel cuya temperatura supera los seis mil grados.Tal como un carozo duro y denso puede estar envuelto en la carne fofa de una fruta, el núcleo terrestre está encapsulado por el manto, compuesto por dos capas sucesivas de roca densa de silicio y magnesio, que la presión y la temperatura vuelven fluida como la plastilina.La plasticidad de las rocas del manto les permite moverse como si fueran verduras en una enorme y densa sopa. Y esos lentos, constantes e irresistibles movimientos del manto externo agitan de aquí para allá la corteza terrestre, que flota como puede sobre el tumulto.El efecto de tanta movida es un constante -aunque lento- reordenamiento de la geografía: los continentes chocan, se rompen, se separan, y los mares y océanos cambian constantemente de lugar. En este cuadro conocido desde hace tres décadas, ahora está apareciendo una doble novedad: la primera, es la existencia de inmensas reservas de agua en el manto, ubicadas en gigantescos depósitos de wadsleyita y rocas similares, a profundidades que van de los 400 a 700 kilómetros, según donde se mida. Aparentemente, la wadsleyita puede almacenar entre el 1 y el 4 por ciento de su peso en agua, incluso a temperaturas de 1.000 grados. Según se mida, eso da para llenar de 10 a 30 veces los océanos de la superficie.La segunda gran noticia es la certeza de que esta enorme cantidad de agua, hasta ahora secreta, es fundamental para el funcionamiento esa verdadera máquina biológica que es al fin y al cabo el planeta Tierra.El puntapié inicial de este descubrimiento lo dieron los geólogos expertos en petróleo. A finales de los años ochenta, Joseph Smyth, de la Universidad de Colorado, descubrió que la wadsleyita, hasta entonces considerada una piedra seca, funcionaba como una esponja. Y Alan Major, de la Universidad de Canberra, también descubrió rocas profundas también capaces de contener agua.De pronto, Mark Richards, geólogo teórico de la Universidad de California, sumó dos más dos y salió con una nueva y original explicación sobre los fenómenos volcánicos más profundos. Esos son las plumas del manto, burbujas gigantes de roca líquida que emergen desde 600 o 700 kilómetros de profundidad y crean cadenas de islas en el mar, o que repavimentan súbitamente de lava miles de kilómetros de tierra continental. Para Richards, esas burbujas flotan respecto del manto no porque sean más calientes sino porque tienen más agua, lo que las vuelve más livianas.Movimientos profundosLa idea del agua en el manto le puso la pelota en el área chica a otros dos teóricos, Chris Hawkesworth de la Universidad Abierta de Milton Keynes y Kerry Gallagher, de la Universidad de Londres. Ambos se anotaron un gol al proponer un mecanismo similar para un fenómeno hasta hoy inexplicado: los terremotos profundos, que suceden a 600 kilómetros de profundidad. Cuando el exceso de presión exprime el agua de las rocas hidratadas, ésta se acumula en reservas que facilitan el deslizamiento de las rocas sometidas a tensión. Resultado, un terremoto.Si el ciclo de renovación entre el agua profunda y la superficial se rompiera, nuestro planeta podría ser un desierto frío al estilo de Marte, o un horno húmedo a 500 grados de temperatura, al estilo de Venus (donde el exceso de agua en la atmósfera local atrapa demasiado calor solar).Esto subraya la idea de que la vida pudo haber brotado en cualquiera de estos tres planetas interiores del sistema solar. Si lo hizo y se mantiene en el nuestro, es por una suma increíble de casualidades.
http://www.clarin.com/diario/1997/09/06/e-06801d.htm
martes, 26 de mayo de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario